FOZ DE LUMBIER
La Foz de Lumbier compone una espectacular garganta fluvial cuya localización queda ceñida al sector suroccidental del la Sierra de Leyre, formando parte de las primeras estribaciones del pirineo navarro. Sus acantilados calizos han sido esculpidos durante milenios por las aguas del río Irati, que descienden caudalosas desde el famoso bosque situado más al norte. En la actualidad, su marco territorial cuenta con la categoría de protección de Reserva Natural,
declarada en el año 1987, por la que se salvaguardan 44, 78 ha de terreno.
Como no podía dejar de ser, dicho espacio protegido también se encuentra
catalogado como Zona Especial de Protección para las Aves (Z.E.P.A.), propuesta al amparo de la Directiva 79/409/CEE. El inestimable
ecosistema ribereño que conforman las aguas del río Irati a su paso por
la foz, constituye además un Lugar de Importancia Comunitaria ( L. I. C.), en el que también se incluyen los cauces de los ríos Urrobi y Erro.
Foz de Lumbier atravesada por las turbias aguas río Irati. Al fondo se aprecian los restos derruidos del icónico Puente del Diablo.
Promontorios calizos en la serranía de Leyre, un hábitat idóneo para la observación de grandes aves rapaces.
Por el interior del mismo desfiladero discurre una Vía Verde junto al río Irati, perfectamente acondicionada y que puede transitarse bien a pie o en bicicleta, según se prefiera. Su trazado se ciñe sobre el antiguo Trayecto Ferroviario de Irati. Histórica línea de viaje por la que en su día circuló el primer tren eléctrico de España, uniendo Pamplona con
Sangüesa, entre los años 1911 y 1955. La práctica totalidad del itinerario transita bajo
escarpados muros de roca caliza, surcando el fondo del barranco junto a la vera izquierda del mencionado río. El recorrido apenas supera los 2,5 kilómetros de distancia y sólo presenta un único sentido
direccional. Se va y se vuelve por el mismo camino.
Si practicamos su trazado, un amplio camino de gravilla nos conducirá por el interior de dos lúgubres
túneles excavados en roca, para terminar finalizando en los míticos
restos del Puente del Diablo. Evocadora obra del siglo XVI, construida en piedra sobre un sólo arco y que, según parece, fue derribada por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia, en 1812. Su insinuante nombre se
debe a una imaginaria leyenda popular que nos habla de princesas y palacios y que atribuye su construcción al mismísimo satanás. La mejor panorámica del demolido
puente se obtiene a la salida de la foz, desde el mirador situado junto a la carretera NA-178, dirección Pamplona-Jaca. Desde allí también se pueden contemplar los comederos de rapaces, estratégicamente situados para permitirnos un fácil avistamiento de aves desde una distancia relativamente cercana.
Existe un segundo recorrido circular que está señalizado con marcas blancas y verdes.
Bordea la foz por una de sus laderas adyacentes y regresa en sentido
contrario, por el interior de la garganta. Su longitud es de poco más de
6 kilómetros, con un escaso desnivel de 175 metros.
Observando
los verticales precipicios que rematan las paredes de esta foz, podemos disfrutar de la patente tonalidad
anaranjada que agradablemente nos ofrecen sus inmensos afloramientos
rocosos. Vislumbrantes y cálidos matices que se abigarran en las partes
altas con el blanco grisáceo de las moles calizas, enmascarándose a su vez entre variado mosaico de vegetación mediterránea.
Geomorfología agreste en los acantilados de Lumbier.
La historia geológica de este enclave, puede revelarnos que sus ásperos cortados llevan siendo tallados desde el periodo Cretácico, durante millones de años, a consecuencia de la acción erosiva de las aguas del río Irati, cuya potencia disolvente se magnifica poco antes
de llegar a la foz, tras recibir las aguas del río Salazar, a la altura
de la localidad de Lumbier.
A través de sus 1.300 metros de acantilado,
podemos divisar polimórficas grietas y covachones, a los que podemos sumar abruptos resaltes y extraplomos, orificios varios que eficazmente sirven para dar morada a un
amplio repertorio de aves rupestres. Exclusiva avifauna que demanda de los
hábitats rocosos su principal medio de cría y avituallamiento.
El
bioclima mediterráneo de transición, ejerce una marcada influencia
sobre todo el entorno vegetal que rodea el barranco de Lumbier. A la
tendencia termófila y seca de la meteorología imperante, se une otra capaz de aportar un marcado flujo oceánico procedente del norte. Más fresco y húmedo. Lo que da paso al dominio de los bosques
subesclerófilos de encina y roble marcescente, característicos de los regiones submediterráneas.
La encina continental Quercus ilex subsp. ballota aparece en las situaciones más expuestas y desfavorables, mientras que la encina cantábrica o alsina Q. ilex subsp. ilex presenta
interesantes núcleos relictos que se guarecen en las fajas y vetas del farallón. Algunos ejemplares de roble pubescente o de Martinenc Quercus pubescens (sin. Q. humilis), consiguen sobresalir a través de la intricada floresta que aporta carrascal. En sus facies más degradadas nos topamos con un coscojar-enebral espeso y enmarañado,
regentado por la coscoja Quercus coccifera y el enebro de la miera Juniperus oxycedrus. Otros arbustos y matas acompañantes son el boj Buxus sempervirens, la aulaga Genista scorpius, el jazmín Jasminum fruticans, la cornicabra Pistacia terebinthus, el aladierno Rhamnus alaternus, el tomillo vulgar Thymus vulgaris, el espliego Lavandula latifolia, la garbancillera Ononis fruticosa... Entre las albas calizas sobresalen las siluetas redondeadas y oscuras de las sabina mora Juniperus phoenicia y de la escasa efedra o trompetera Ephedra major.
Otro arbustillo que tipifica el biotopo de una buena parte de las
montañas calizas submediterráneas del noreste peninsular, es la rosácea Spiraea hypericifolia subsp. obovata vulgarmente llamada espirea o cornicabrilla. Como kapiestra también se la conoce en varias comarcas navarras.
Ejemplar de roble pubescente Quercus humilis.
El jazmín Jasminum fruticans es un integrante típico de la mancha mediterránea termófila.
La
enorme colección de pequeñas florecillas que acompaña a este de tipo de
ambiente mediterráneo y seco resulta increíble, especialmente durante
los meses de mayo y junio. La variada presencia de suelos calizos,
dolomíticos, margosos, arcillosos o incluso yesosos favorece tal
resultado. Un impresionante cromatismo floral resalta vistosamente sobre
los esqueléticos claros que se diseminan bajo la maleza del monte
bajo. Las inclinadas y limpias pedreras que acompañan al cañón, son capaces de
mantener férreos ejemplos de vida vegetal, ingeniosamente adaptados a
las duras condiciones impuestas por la roca inerte.
Florida policromía primaveral sobre los suelos secos y pedregosos del cañón de Lumbier.
Los dragoncillos Antirrhynum majus forman coloridas poblaciones sobre las paredes rocosas más soleadas.
Durante nuestro recorrido observamos el delicado jacinto Brimeura amethystina,
para el que se han descrito unas pocas poblaciones escasas y
aisladas, únicas en el ámbito europeo (Pirineos, Mallorca, Sierras
Litorales Catalanas, Balcanes). Orchis simia
es una orquídea poco abundante que se restringe al noreste peninsular y que cuenta con varias poblaciones estables dentro de este espacio protegido. La misma, se
caracteriza por los llamativos ápices doblados que curiosamente presenta
su pétalo labelar. Pudimos ver que compartía hábitat con las más frecuentes Orchis militaris, Anacamptis pyramidalis, Ophrys scolopax y O. lutea.
Orquis simia es una rara orquídea silvestre cuyas poblaciones únicamente aparecen distribuidas por el cuadrante nororiental de la península. En la foto observamos un reluciente ejemplar junto una rama de boj Buxus sempervirens.
En el tomillar asentado sobre arcillas y yesos pudimos contemplar espléndidas comunidades de Aphyllanthes monspeliensis, Thalictrum tuberosum, Euphorbia serrata, E. terracina, Allium roseum, Astragalus incanus, Linum narbonense,... entre las praderas de anuales sobresalía el fulgor rojizo de las solitarias flores de la almorta de monte o gálgana Lathyrus cicera, muy común en barbechos, márgenes de cultivos y cunetas.
Jacinto pirenaico Brimeura amethystina.
Almorta de monte Lathyrus cicera.
El ajo de culebra Allium roseum coloniza suelos calizos en ambientes xéricos.
Las leves rachas de viento tambalean los largos y flexibles tallos de la ranunculácea Thalictrum tuberosum.
En los
márgenes del cauce fluvial prospera una lustrosa arboleda ribereña, en la
que se dan cabida chopos, álamos, sauces, saúcos, olmos, fresnos y
avellanos. Sus integrantes se mezclan con las comunidades vegetales que
se desarrollan a pie de cantil. En estos enclaves, el ambiente protector
de las paredes rocosas es aprovechado por abundantes tilos, arces,
tejos, guillomos, etc.
Bosque galería en los márgenes del río Irati a su paso por la foz.
Son diversos los tipos aves que custodian los cantiles estrictamente protegidos de la Foz de Lumbier. El buitre leonado
es el principal dueño y señor de los precipicios que integran la foz.
Privilegio que comparte junto a su inseparable comensal de carroñas;
el alimoche. Algún quebrantahuesos es
posible divisar sobrevolando inusitadamente el breve espacio aéreo que
se domina desde el interior del cañón. El búho real
también encuentra selecto cobijo en el interior de las profusas
cavidades que genialmente quedan camufladas bajo la densa vegetación que recubre el paredón. Varias parejas de Halcón peregrino
utilizan los entramados rocosos de Lumbier para sacar adelante a sus
polladas anuales. Los estridentes y audibles reclamos emitidos por los adultos,
delatan la presencia cercana de sus vigiladas zonas de nidificación.
Menos numerosas resultan el Águila real o la perdicera, que campean esporádicamente sobre las laderas pedregosas de la Sierra de Leyre, en busca de presas vivas como palomas, perdices, liebres y conejos.
Junto
a la cercana Foz de Arbayún, en Lumbier habita una de las mayores
poblaciones de buitres leonados de las montañas pirenaicas.
Como el resto de sus parientes córvidos, las chovas piquirrojas se emparejan de por vida. Cada pareja cría formando un grupo colonial junto a otras parejas de chovas. Los bandos familiares llegan a ser muy numerosos. Emiten constantemente un graznido lastimero muy característico, audible desde la lejanía.
Bulliciosas poblaciones de chovas piquirrojas y grajillas forman notables algarabías que retumban desde los muros del despeñadero. El insigne roquero solitario, con su atuendo azul metalizado, suele vigilar erguido desde los salientes más elevados. Vencejos reales y aviones roqueros
ofrecen magníficas acrobacias aéreas, con esmerados y medidos vuelos
que sortean las quebradas paredes del desfiladero. Abajo, en el pulcro
río, es posible disfrutar de las frenéticas exhibiciones náuticas que nos
llega a brindar el martín pescador, la lavandera cascadeña o el mirlo acuático.
Un
lugar apacible, bellísimo y fácil de visitar. Perfectamente adaptado a
todo clase de público. Magnífico punto de encuentro para los amantes de
las aves y de la flora mediterránea.
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